Dulce y maldita noche

Ahora que asfalto las noches con los adoquines del recuerdo, ahora que mi mente es callejón estrecho, que las caras con poca luz me recuerdan la tuya, que los pájaros duermen en torres de tensión abandonadas. Ahora me llegan las flores, anonimato de dulce asombro bajo sospecha. Reclino las dudas de lejos y mezclo el compás de una baraja muerta, desecho la vil costumbre de un andar hastío y bebo sin pensarte.
Remendando con tiritas la sangre que evapora retomo mares, visito los enfermos atrapados recluidos que me dejó tu desastre y limpio con cuidado cirujano todas las cauterizadas heridas.
Viviendo en mentiras la vida pasaba mejor, sin ser consciente de que moria a tu lado, mi amparo era la sombra que dejaba el sol en un desierto de costumbres.
Me fumo ahora la vida, acomodando núcleos colectivos de infames pozos sin fondo, reclamo la desdicha que por derecho propio me tengo, y retengo el fin de este cuento infantil por el que nos dejamos llevar, levar anclas bajo fondos de carmín y perfume alzandome hasta donde un día quise ir.
La razón se pierde y diluye. Se contraen los músculos inherentes a estos huesos que apenas sostienen esta piel de trapo mientras los jadeos de la noche me despiertan rabiosos soñandote de nuevo.
Salgo a la calle a respirar mil particulas de aire exentas de ti mientras rimo sombras. Acabo el último sorbo de la copa donde se baña la luna y me repongo a tientas buscando asidero seguro.
Percibo bailes, sobrevivo a sus detalles insolentes que me dejan los labios secos mientra espero un milagro, mis manos huecas ahora tienen dedos de ramas podadas, segados en una posada donde anoche hice noche mientras discutiamos nuestro amor.
Inocente de verdades, repito el cruel rito incierto todas las madrugadas, pero poco a poco mi fuego apaga con la llovizna de este recuerdo maldito...

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