Trescientas veintidós palabras...

Siete días. Eso bastó simplemente. No hay más, ni siquiera el ignorar, porque llegó la indiferencia, es lo mejor, y lo que nos permite avanzar, siete días amargos diluidos como óleo en agua, la rabia, impotencia y odio han dado paso al aire, símplemente eso, aire. Ni frío ni calor, ni una lágrima más, no por decisión, sino porque simplemente se fué. Todo vuelve, pero yo no, ahora miro las posibilidades y hay infinitas, dándome cuenta de lo equivocado que estuve y también que nunca el tiempo es perdido, no lo es, porque he aprendido y muy bien esta lección. Aprendí que entregué dos corazones y que no te merecias ninguno, pudiste matar cien veces uno y cien veces perdonaba, pero el otro, el otro era intocable, y con frases hechas definiste el tuyo, vacío, frío, lleno de odio sin medida, atacando sin ley y sin limite, sin conciencia, destrucción medida por palabras y gestos que te delatan. No eres ni destino ni fin y ni media letra de despedida hubiese dejado a quien no supo cuidar ni medio segundo consciente en su rabia cuasieterna. No te mereces de mi ni de mi vida ni siquiera un centímetro de pensamiento. Ahora ya lo se. Maneja tu locura a otros lares donde relinches y cocees a tus anchas, ahi te dejo con tus mil demonios indomables que te consuman con su rabia, no hoy, quizás no mañana, pero el tiempo te dará con la horma de tu zapato en el alma y vivirás mi vida contigo, quizás no, quizás seas agujero negro que se consume a si mismo en desvario, en cualquier caso, el último pensamiento que tengo concuerda con lo que siento y esto es lo que mereces, trescientas veintidós tristes palabras, ni más ni menos, yo por mi parte ya soy feliz, no espero más de nada y menos de ti, el simple hecho de no verte me alegra la vida...

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